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     Hay un chiste que circula por redes sociales y que dice que 90% de las cosas de las que nos preocupamos jamás llegan a ocurrir… conclusión: ¡sigue preocupándote, que funciona! 

    Por absurdo que pueda parecer, utilizo este chiste de vez en cuando durante la terapia. La razón por la que lo hago, a parte de que me parece que hacernos sonreír es ya terapéutico, tiene que ver con eso que yo llamo el estrés acerca del estrés. 

    Me explico mejor. En mi experiencia (hablo de mi mundo emocional, subjetivo y fenomenológico, que es de lo único que se puede hablar… pero ese es otro debate) parece que frecuentemente nos invade estrés, miedo, angustia, o cualquiera de estas emociones difíciles e incómodas que son las que a menudo nos llevan a terapia. Pero al reflexionar un poco al respecto, me da la impresión de que una buena parte de ese estrés (por resumir, hablemos sólo de estrés, pero puede decirse lo mismo de muchos miedos, ansiedades, preocupaciones, etc.) no es el estrés en sí, sino eso que llamo el estrés acerca del estrés. Por ejemplo, digamos que una situación de incertidumbre laboral es una fuente de estrés para mí.    Ante esta situación, como es esperable, comienzo a sentir toda aquella constelación de síntomas que nos ha dado por meter en una caja y llamarle «estrés»: el corazón acelerado, la respiración más entrecortada o dificultosa, tensión muscular, intranquilidad, etc. Eso es a lo que llamo el estrés en sí. Pero muy poco después de comenzar a sentir todo esto, me vienen a la mente pensamientos del tipo «ahora me estoy estresando!», «no puedo sentirme así, tengo que relajarme!», «uff! esto me va a quitar el sueño!», «necesito quitarme el estrés, necesito quitarme el estrés, necesito quitarme el estrés!». El resultado es que el estrés en sí que, en una escala del 1 al 10 estaba en un 3, de pronto sube a 5, 6 o 7!
    Para evitar ese tipo de escalada, muchas veces propongo probar aceptar el estrés en sí. Darle la bienvenida con brazos abiertos y decirle «bueno, parece que vas a estar conmigo unos días, así que ponte cómodo y disfruta lo que te dure!». De esta manera es menos probable que el estrés en sí escale por el estrés acerca del estrés, me parece. ¡Ojo! Con esto no quiero decir para nada ni, 1) que el aceptar al estrés en sí es suficiente para acabar con él; ni 2) que esto sea una cura universal que funciona para todo el mundo siempre. De hecho huyo de este tipo de generalizaciones, por razones que explico en esta otra entrada. Sencillamente considero menos probable permitirle al estrés en sí escalar y hacerse con mayor control de otros aspectos de nuestras vidas si frenamos al estrés acerca del estrés. El rehacerse con el control de los espacios de nuestras vidas que el estrés nos disputa suele requerir algo más de trabajo, para  lo cual la terapia puede ser de gran ayuda. 
    En resumen, la próxima vez que sientas venir al estrés, la preocupación, o al miedo, te recomiendo que pruebes aceptarlos como visitas incómodas que se quedan en casa unos días. Pero, paralelamente, busca qué puede hacerte esa visita más corta o menos incómoda, y cómo limitar los espacios de tu casa (o de tu vida) que tienes que compartir con ellos.
    

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